lunes, 16 de julio de 2012

El valor de un brazo


Estimados y abandonados lectores:

Muchos de vosotros (decir eso de un grupo de dos o tres personas suena pretencioso, pero me gusta) ya sabéis que el día uno de Julio me caí de la bicicleta y conseguí que se rompiera un poco la cabeza del radio (el hueso del antebrazo que permite que hagamos los movimientos rotatorios de muñeca). A pesar de que la cosa no fue terrible, tuve que estar hospitalizado para que me operasen y extrajesen las esquirlas del hueso que andaban entorpeciendo la movilidad de mi maltrecho brazo. Fue una operación sencilla y gozosa. Me durmieron por completo y no me enteré de nada. Ya no me dan miedo los quirófanos como antes de esta experiencia. Tras el éxito quirúrgico mi brazo izquierdo fue inmovilizado con una férula (no “célula” ni “cédula”)  durante casi dos semanas. Ayer mi brazo fue liberado y, como cabía esperar, su movilidad era básicamente la misma que tenía cuando estaba encerrado en el vendaje. Cualquier intento de flexionar el codo por encima o por debajo de los noventa grados era una quimera. Girar la muñeca para ver la palma de la mano era imposible y hacerlo en sentido opuesto no era mucho más fácil: mi brazo se había acostumbrado a la falta de libertad y ahora no era capaz de aprovechar la que tenía (es lo que nos pasó a muchos cuando Franco murió).

Durante estos días en los que he vivido (y sigo viviendo) utilizando un único brazo, me he dado cuenta de lo maravilloso que es poder usar los dos. Intentad frotar la axila derecha con la mano derecha. Se puede, pero la intensidad en la fricción deja mucho que desear, con lo que uno no se queda satisfecho con la higiene en ese “alerón”. Menos mal que la limpieza del ojete no requiere de dos manos, si no mi existencia (y la de los que me rodean) hubiese sido insufrible.

También experimenté la posibilidad de planchar con un solo brazo. Lo conseguí, pero tengo que reconocer que tardé bastante más y eché de menos la labor de la mano izquierda palpando la manga de la camisa para detectar posibles arrugas en la parte posterior (la que no se ve). Cortar rodajas de melón también tiene su complicación, sobre todo si éste es grandecito. Al final hay que apoyarlo contra el pecho y, si no te has puesto un delantal, te pringas. Fregar los platos no es complicado, pero a veces el plato gira con el estropajo y no hay manera de quitar algún pegote pertinaz. Capturar las últimas cucharadas de la sopa sin poder inclinar el plato con la otra mano, también son tareas complejas. Eso sí, para este caso siempre se puede coger el plato y pegarlo a la boca para inclinarlo y sorber el remanente, pero esto no se puede hacer en cualquier lugar (a no ser que a uno no le importe ser centro de las miradas del resto del establecimiento).

A la hora de ir a la compra también he detectado inconvenientes, no insalvables, pero sí incómodos. Antes, mientras la cajera del Ahorramás iba pasando mis productos (botes de Nutella y paquetes de Bonys y Tigretones) yo iba pasándolos velozmente a mi bolsa utilizando mis dos brazos de modo que, cuando ella terminaba y me decía el importe, yo ya había sacado la cartera y podía pagarle en el acto. Luego, con una mano recogía el cambio y con la otra abría la cartera para guardarlo con gran celeridad y dejar hueco para el siguiente cliente. Tengo que reconocer que, al verme impedido, las simpáticas operarias se prestaban amablemente a llenar la bolsa para dejarme ir sacando la cartera con una mano para posarla donde se pudiera y, extrayendo con dificultad las monedas y los billetes, pagar la compra.

De momento he descrito actividades que, aunque con dificultad, se pueden llevar a cabo con una sola mano, pero hay otras que, o tienes dos manos, o tienes gran ingenio, o no puedes llevar a cabo. ¿Cómo vacías una espinilla que tienes en la mejilla y que no es lo suficientemente gorda como para hacer pinza con el índice y el pulgar de la mano que funciona? ¿Cómo te rascas la oreja izquierda cuando estás hablando por teléfono mientras sujetas el aparato con la derecha? ¿Cómo das vueltas a las patatas en la sartén con una sola mano? Con lo torpe que soy, seguro que se me vertería su contenido sobre los pies.

Confío en que la movilidad regrese en breve plazo a mi brazo (algo más que ayer sí que puedo mover hoy el codo y la muñeca) y pueda volver a gozar del placer te usar los dos brazos. Espero no volver a olvidarme de lo agradecido que tengo que estar a ambos por permitirme llevar una vida comodísima.

Tengo que reconocer que,  a pesar de las dificultades, se puede sobrellevar la vida con un brazo atascado, pero no es menos cierto que hasta que a uno no le falta esa movilidad, no se da cuenta de lo que facilitan la vida los dos brazos.

Y ahora me despido de vosotros agitando señorialmente la mano derecha mientras la izquierda se limita a estar posada sobre el teclado (un poco agotada de tanto tecleo).

2 comentarios:

Zarzamora dijo...

Espero que pronto el brazo recupere bien la movilidad. Con lo que has dicho pienso en la cuesta abajo que inician las personas mayores cuando, por diversas circunstancias, dejan de moverse. Aunque no tengan impedimento físico aparente, quizá la inmovilidad vuelva sus miembros, primero perezosos y, luego, inútiles.

Gracias por poner mi blog ahí al lado. Espero que os guste. Felices vacaciones a todos.

Zarzamora

Anónimo dijo...

Pues mi hijo tiene un truco estupendo para comer la sopa con una sola mano. Cuando le queda poco coge el tenedor y lo coloca debajo del plato, de manera que el plato queda lo suficientemente inclinado para poder rebañar cómodamente las últimas cucharadas.

Mi hijo tiene las dos manos útiles, pero es muuuuuyyy vago.