Esta mañana pensaba haber ido a dar una larga vuelta en bicicleta, pero al asomarme a la ventana he percibido una excesiva intensidad ventosa (atmosférica, no intestinal) y me he acobardado, así que aprovecharé el tiempo para escribir algo mientras oigo el ulular del viento.
Parece que el “notición” del día es que en la NASA han “demostrado” que una siesta de 26 minutos es una práctica maravillosa para llevar una vida sana y equilibrada. Este resumen lo he hecho yo a mi antojo a partir de lo que he leído que, a su vez, habrá sido redactado al antojo del que ha escrito el artículo en cuestión. El meollo de la cuestión es que en la NASA alguien ha hecho un estudio (nunca he sabido cómo se hacen esos estudios) concienzudo sobre la siesta y ha llegado a conclusiones que dejan a esa práctica en un excelente lugar.
No dudo de los beneficios de la siesta porque yo los experimento cada vez que me quedo traspuesto en el sofá o en mi puesto de trabajo. Estas siestas lectivas son un tanto embarazosas pero hay ocasiones en las que no puedo evitar cabecear mientras leo algunos tostones que no me interesan nada. No obstante lo peor no es quedarse dormido mirando la pantalla del ordenador, es mucho más embarazoso ver cómo se te caen los párpados mientras alguien te está hablando, y eso también me ha pasado unas cuantas veces.
No era esto lo que pretendía contar, mi reflexión de hoy tiene que ver con el hecho de que esos estudios que se hacen sobre todo tipo de cosas (algunas aparentemente intrascendentes o absurdas) suelen resumirse en ciertas pautas de comportamiento que, supuestamente, son válidas para todos y cada uno de los miembros de la raza humana o, por lo menos, en los breves artículos periodísticos que hacen los resúmenes, eso es lo que nos cuentan.
Yo me resisto a creer que una siesta de 26 minutos tenga el mismo efecto en un tipo que pasa el día sentado en el sofá sin hacer nada que en una persona que anda de aquí para allá doce horas al día. Tampoco creo que esos 26 minutos sean igual de aprovechados en un chavalín de cinco años que en un anciano de noventa. Somos todos tan distintos a pesar de nuestras grandes similitudes, que dudo mucho que cualquier estudio que concluya con una receta tan simplona como “la siesta modélica es la que dura veintiséis minutos”, tenga alguna validez.
Esto me lleva pensar que pueden ocurrir las cosas siguientes (una de ellas o las dos):
1-Los estudios con los que rellenan espacio en periódicos e informativos diversos cada día son completamente absurdos e inútiles (salvo para los que ganan dinero haciéndolos).
2-La forma de comunicar los resultados de esos estudios es tan mala que se tergiversa todo al intentar resumir conclusiones amplias y complejas de estudios igualmente amplios y complejos.
Se acabó esta insulsa reflexión de hoy. Voy a ver si investigo algo importante de verdad como las razones de la ruptura de Jennifer López y Marc Anthony.