sábado, 16 de febrero de 2008

El debate

¡Qué bonito es esto de las campañas electorales (o precampañas o como quiera llamárseles)! ¡Y qué maravillosos son los debates entre los candidatos! A toda la ciudadanía le interesan enormemente estas charletas televisadas en las que primero se negocian los temas a tratar y se especifica lo que el moderador podrá preguntar. Gracias a esos dos debates televisados que podremos presenciar en directo, seguro que vamos a las urnas con el voto mucho más meditado.

Estoy convencido de que incluso Pepiño o Acebes podrían cambiar su voto en función de lo que sus líderes digan ese día. Seguro que muchos de vosotros conocéis a gente que cada fin de semana va al mitin de un partido político diferente para poder saber qué ofrece cada cual y así ejercer su derecho al voto con responsabilidad plena. La ciudadanía es así de seria. Los españoles y españolas nos tomamos muy en serio lo que dicen los políticos y las políticas porque sabemos que nunca mienten y que en las campañas electorales la verdad manda y todos los candidatos y candidatas se muestran con total transparencia ante los electores y electoras (qué ridículo es el lenguaje políticamente correcto).

Estas últimas semanas he podido ver algún retazo de las entrevistas que Iñaki Gabilondo hizo a Rajoy y a Zapatero y me encantó ver que las cosas siguen siendo como siempre: El entrevistador pregunta una cosa y los entrevistados responden lo que les da la gana. Respuestas que no tienen nada que ver con lo preguntado y que, en muchas ocasiones ni siquiera tienen sentido. Ante semejante tomadura de pelo por parte de los entrevistados, el moderador, que posiblemente esté cumpliendo unas estrictas normas impuestas por el jefe de campaña del entrevistado, no afea su conducta a su interlocutor y pasa a otro tema.

Siendo así las cosas ¿Cómo se entiende que, supuestamente, nos interesen tanto esos debates televisados? ¿De verdad alguien cree que sacaremos algo en claro de ellos aparte de constatar una vez más que se puede hablar mucho sin decir nada?

He oído críticas a la postura de Tele5 que, por si no lo sabéis, ha decidido no retransmitir el famoso debate porque estiman que algo que va a verse en muchas otras cadenas no tiene interés para sus televidentes (ni, por tanto, para ellos, claro). Yo creo que tienen toda la razón del mundo, de hecho, seguro que el día del debate, será La Primera la que se lleve el gato al agua porque es probable que casi todo el mundo encienda la tele pulsando el 1 para comenzar el proceso de “zapeo” por todas las cadenas y, puesto que en las demás iban a ver lo mismo ¿para qué continuar cansando el dedo con cambios inútiles de canal?

Tele5 acertará de lleno si ese día hace una gala especial de Supervivientes. Yo, particularmente, será ese el programa que vea (Karmele está muy crecida). La “ventaja competitiva” la tendrá el que ofrezca algo especial en un día en el que todos se empeñarán en mostrarnos lo mismo (a dos señores diciendo cosas que ya sabemos en presencia de otro que les preguntará lo que ellos quieren que les pregunte).

jueves, 7 de febrero de 2008

A propósito del velo

Parece mentira que algo tan aparentemente tonto como cubrirse la cabeza con un velo pueda ser tan polémico. En el Parlamento Turco estuvieron hasta las cuatro de la madrugada (seguro que ninguno llegó a las ocho de la mañana a su escaño) debatiendo sobre si se debía, o no, permitir el uso del chador en la universidad.

Cuando iba a la universidad llevaba unos horribles calcetines blancos con una franja roja y otra azul que, para que lucieran más, solía ponerme con unos pantalones ligeramente “pesqueros”. La verdad es que nadie me dijo nunca nada sobre tan deplorable atuendo (me temo que no era el único que lo llevaba), pero visto con la perspectiva que dan los años, creo que hubiese sido mejor que me hubiesen prohibido llevar tan deleznable vestimenta.

También recuerdo que por aquella época (mediados de los ochenta), comencé a llevar gafas y me compré unas cuyas lentes tenían una superficie comparable a la del estadio Vicente Calderón (cada una de las dos). Yo me las ponía con ilusión porque me parecían bonitas pero cuando las veo hoy en día (aún las conservo) y me las pongo para recordar viejos tiempos, me parto de la risa ¡Cómo pude ponerme semejante horterada!

Sé que nunca conseguiré que nuestros diputados se pasen toda la noche debatiendo sobre lo adecuado de cierto tipo de vestimentas en determinados lugares públicos, pero exijo la creación de un Comité de Sabios que nos indique cómo vestir sin hacer el ridículo y de modo que, con el paso de los años no sintamos vergüenza al ver nuestras fotos de épocas pretéritas.

Pero ya que nadie pone, ni pondrá, orden en esta selva de la moda, reivindico el derecho a ir a trabajar con pantalones de estilo “cagado” para lucir mis calzoncillos Abanderado y, si se tercia, la zurrapa que los adorna. También quiero que me dejen llevar gorra rapera con la visera de medio lado a las reuniones laborales y, por supuesto, quiero un salvoconducto que me permita desplazarme en monopatín por los pasillos de mi lugar de trabajo.

¡He dicho!