sábado, 28 de abril de 2007

Trascendamos un poco

Llegó de nuevo el fin de semana y mi afición por la política sigue de capa caída, así que creo que seguiré sin comentar las andanzas de ZP. Además, últimamente no me entero de lo que pasa en el panorama político salvo una pequeña cosa que acabo de ver por ahí: La propuesta de Miguel Sebastián de premiar con un abono transportes gratuito a los hogares que ahorren un 15% de su gasto eléctrico.

Tan buena me ha parecido la propuesta que acabo de poner en marcha un plan de gasto masivo en casa para, cuando gane el señor Sebastián (le haré campaña favorable con vistas a conseguir ese premio que ha prometido), volver a nuestro reducido gasto actual, de este modo ganaremos el premio prometido.

Cambiando radicalmente de tema, dado que la semana pasada se suscitó un interesante (o no) debate sobre el tema religioso iniciado por nuestro amigo “Profeta” y secundado (en distintos términos) por el presidente de mi club de fans, “Ful el Blogcazas”, me gustaría soltar un rollo al respecto.

Yo me crié en una familia católica (sin estridencias religiosas, muy normalita). Me bautizaron sin yo enterarme (¡qué le vamos a hacer! desde que nací soy así de lelo). A los siete años hice la Primera Comunión después de unos meses de catequesis en los que no me enteré de gran cosa y sin ilusión alguna aparte de la de recibir mi primer reloj (de cuerda). A los trece años hice la Confirmación tras otros cuantos meses de catequesis de la que me escaqueaba con frecuencia porque tampoco me interesaba mucho lo que allí se debatía (que casi nunca tenía nada que ver con la religión).

Todo eso lo hice porque tocaba, no porque yo lo decidiera (tampoco me obligaron a ello, sencillamente era lo que hacía todo el mundo), pero reconozco que, como siempre (o eso me parece ahora) he tenido la fea costumbre de intentar comprender todo, también tenía interés por saber de dónde venimos y adónde vamos y, aunque no se den pruebas científicas de ello, el recurso de la existencia de Dios explica unas cuantas cosas, así que seguí con mi escueta religiosidad.

Hoy en día sigo creyendo en la existencia de algo (o alguien, el matiz me es indiferente) superior que sea capaz de comprender la gran complejidad del universo (de lo que conocemos y de lo que haya por ahí sin descubrir aún) pero soy un poco más escéptico con las organizaciones religiosas y con sus normas (a pesar de que sigo siendo un católico de los que van a misa), pero también aprecio el hecho de que haya muchísima gente que, con el único fundamento de su fe, es capaz de una entrega total y desinteresada a los demás.

Hay gente religiosa entregada a los demás y los hay que no nos entregamos ni a nosotros mismos. Hay personas con gran vida interior que no tienen nada que ver con ninguna institución religiosa y hay personas que hacen ostentación de su pertenencia a un grupo religioso y no tienen el más mínimo sentido trascendente de la vida. Hay quien predica maravillas con la boca y da un penoso ejemplo con sus actos (ahí podríamos encuadrarnos muchos) y hay otros que se limitan a hacer lo que creen oportuno sin intentar dar lecciones a nadie. Existen personas que saben aprovechar lo que tienen de bueno los Sacramentos de la Iglesia Católica o los distintos rituales de cualquier religión y hay quien cumple con ellos con tanto automatismo como indiferencia. Hay quien busca y no encuentra por más que lo intenta, y hay quien, sin proponérselo, se topa con la respuesta a dudas que ni siquiera tenía. Lo malo es que no siempre las respuestas que convencen a uno le sirven a otro.

En definitiva, en temas que trascienden más allá de lo sensible, de lo que percibimos con nuestros cinco sentidos, hay tantas explicaciones como personas en el mundo, así que, a pesar de que está muy bien compartir experiencias e ideas, creo que no tiene sentido pretender que todos alcancemos la Verdad del mismo modo.

Esta vez creo que me he pasado del límite de palabras tolerable por el lector medio.

domingo, 22 de abril de 2007

De todo un poco

Últimamente tengo muy abandonado Libertad Diodenal. Debe ser que mi intensa dedicación al trabajo (curiosamente es una dedicación voluntaria y no fundamentada en hacer el paripé como lo llevaba siendo desde hace algunos años) hace que llegue a casa con la cabeza llena de rollos computacionales que, a buen seguro, no serían del interés de casi nadie. De todos modos no quiero que nadie piense que me he vuelto un psicópata laboral que centra su vida en su “carrera profesional”. Nada más lejos de la realidad, mi trabajo me sigue pareciendo un tanto petardo y, además, hay que desarrollarlo en un entorno bastante caótico que no contribuye a llevarme por el camino del éxito profesional.

Pero todo eso son temas personales sin importancia. Lo que de verdad interesa a la “ciudadanía” no es otra cosa que las comparecencias de nuestros grandes líderes políticos ante esos cien “ciudadanos y ciudadanas” que, ante la simpática presencia de Lorenzo Milá, hacen preguntas a nuestros líderes políticos (de momento sólo a ZP y a Rajoy).

Las preguntas que he podido escuchar son las típicas (quiero un piso, mi pensión es una birria, hay mucha crispación, el planeta se calienta…) pero, a pesar de no ser preguntas excesivamente originales, los pobres inquiridores se trabucan al leerlas y yo me pongo muy nervioso pensando en lo mal que lo están pasando (reconozco que yo también me he trabucado alguna vez que he salido a leer en misa ¡Qué mal rato se pasa!). En cuanto a las respuestas del invitado especial (el afamado político de turno), tampoco tienen mayor trascendencia, así que no le veo mucho interés al programa pero, en los intermedios de Héroes (mi serie favorita de Telemadrid), lo veo.

Por ahí ya se habla de que si ganó Rajoy o si ganó ZP. Lo mismo pasa con algunos debates del Congreso de los Diputados, siempre hay alguien empeñado en hacer de cualquier cosa una competición. Hay actividades como, por ejemplo, correr, tirarse pedos, soltar eructos, jugar al tenis, etc., que se prestan perfectamente a la competición, pero esto de hablar diciendo vaguedades, no veo cómo medirlo de modo que pueda decidirse quién ha ganado. Hay quien utiliza las cifras de audiencia, cosa muy tonta porque yo (y supongo que más gente) veo muchas veces la tele cuando hay programas que me parecen absolutamente cutres (soy así, me gusta la telebasura).

Y, cambiando de tema, ayer se entregaron los Micrófonos de Oro en Ponferrada y, finalmente, Luis del Olmo estuvo presente cuando se lo entregaron al simpático Federico Jiménez-Losantos (¡qué alto es uno y qué bajito el otro!). Lo que no tengo claro es si, finalmente, Buenafuente acudió a recibir el suyo o cumplió su palabra de no ir para no tener que compartir estrado con el “Talibán de las ondas”. Podría haber acudido y decir las simpáticas cosas que nuestro ídolo Hugo Chávez dijo cuando estuvo en el estrado en el que “olía a azufre porque el día anterior había estado el diablo, Mr. Danger”.

Pues nada, ya he soltado un rollo que sólo tiene la utilidad de renovar el blog para que los incondicionales del mismo tengan unos instantes de emoción pensando que, tal vez, vayan a leer algo apasionante.

domingo, 15 de abril de 2007

Por amor al arte



Ayer sábado, para no dedicar la tarde a estar sentado frente a la tele o delante del ordenador escribiendo sandeces en este blog o en otros de similar catadura, fui a ver la obra de teatro “amateur” protagonizada por mi buen amigo Ricardo. Es una obra organizada por la Fundación La Semilla para recaudar fondos para causas benéficas. En este caso su meta es conseguir dinero para comprar una “fregoneta” a la gente de cierto poblado de Ruanda. Pero lo que me mueve a escribir este artículo (ya me siento un periodista de la talla de Belén Esteban y Karmele Marchante) no es hacer una loa a las buenas intenciones de estas personas sino al más que decente resultado del trabajo realizado por un puñado de personas con poca o, en el caso del protagonista (mi amigo Ricardo), ninguna experiencia en el mundo de teatro (salvo la que todos adquirimos en el mundo laboral a base de hacer el paripé día a día).

Me llena de gozo ver de lo que es capaz una persona con la ayuda de su fuerza de voluntad y su ilusión, eso sí, compartidas con las del resto de los componentes de este simpático grupo teatral. Es increíble ver como una persona que ha dedicado su vida a la ingrata profesión de la informática, de la noche a la mañana (para ser realistas, con un buen lote de meses de ensayos) es capaz de salir a un escenario para interpretar una obra musical. Sé que el gran crítico, Risto Mejide, habría puesto a la altura del betún las capacidades musicales de algunos de los cantantes de “Juan sin miedo” (ese es el título de la obra que nos ocupa), pero teniendo en cuenta que ninguno de ellos ha tenido a su disposición los medios docentes de “La Academia OT”, seguro que hubiese sido indulgente con el resultado obtenido.

El teatro estaba lleno de niños, niños extremadamente ruidosos y pesados en su mayoría o, por lo menos, la pesadez de algunos era suficiente para incordiar a toda la concurrencia con su desconocimiento del concepto de silencio. Pero a pesar de las continuas interrupciones de esas “tiernas criaturas”, los actores continuaron la representación sin fallo alguno o, por lo menos, sin fallos que yo pudiera detectar.

Mi enhorabuena a estos artistas por el buen trabajo realizado y mi reconocimiento por su esfuerzo desinteresado (creo que su caché asciende a cero euros por representación). Confío en que consigáis comprar esa “fregoneta” tan necesaria para los habitantes del pueblo ruandés.

Para el que quiera acudir a ver la obra y contribuir con su donativo a la causa que ha movido todo este montaje, en esta web podrá hacer su reserva.

P.D.- A ver si Carmen Sevilla renueva el repertorio de Cine de Barrio y lleva a artistas revelación como el gran Ricardo Hidalgo (no me negaréis que tiene un nombre perfecto para el mundo de la farándula) para que los apadrinen actores consagrados de la talla de, por ejemplo, Joselito.

sábado, 7 de abril de 2007

Se acabó el "descanso" vacacional

Sólo falta un día para que las ansiadas vacaciones de Semana Santa concluyan (a algunos les queda el lunes también, pero no es mi caso). Montones de personas soñaban con pasar unos maravillosos días de sol primaveral en cualquier sitio alejado de su domicilio actual. Parece que si no te alejas de casa las vacaciones no tienen sentido, así que casi todo el mundo se lanzó a la carretera el miércoles para “aprovechar” al máximo esta espectacular ristra de días festivos que, vista a estas alturas, ya no parece tan larga hace unos días.

Acabo de escuchar en la tele que hoy, sábado, ya está habiendo atascos en la carretera de Burgos y en la de Valencia. Parece que algunos ya se han hartado de pasar frío y calamidades en casa ajena. Los que iban de gorra a casa de algún familiar o amigo volverán menos mustios que los que se han gastado un dineral para estar todo el día con el paraguas abierto o metidos en el apartamento o casa rural que alquilaron para “relajarse” estos días.

A pesar de que me aburro muchas veces por pasar los días festivos e incluso las vacaciones en mi hogar, cuando veo las torturas a las que se somete la gente para “disfrutar” de sus vacaciones, me alegro de ser tan raro e insociable. Estos días, en lugar de pasar horas con el culo pegado al asiendo del coche y la mirada fija en las rayas de la carretera, discutiendo sobre qué restaurante será el mejor para comer con una panda de amigos muy demócratas que todo lo quieren decidir por consenso, o viendo procesiones que siempre me han resultado un tremendo rollo, he aprovechado para limpiar a fondo los muebles de la cocina y para meter a la lavadora las cortinas (alguien me insinuó hace poco que las tenía hechas un asco), pero como eso no ha sido suficiente para ocupar mi excesivo tiempo libre, también he corrido mucho para preparar la Maratón de Madrid que, si nada cambia, tendrá lugar este próximo día 22. Pero lo que más me ha gustado de todo lo que he hecho estos días es, sin duda alguna, ver esa gran película que es Rocky Balboa. De hecho acabo de verla ahora mismo ¡Qué grande es Stallone! Ha hecho que me brotasen las lágrimas y que vibrase de emoción viendo la gran pelea entre el anciano Rocky y el joven campeón de los pesos pesados.

Recomiendo a todo el mundo que ha sufrido de humedad y frío constantes esta Semana Santa que, para olvidar sus cuitas vacacionales, vaya al cine a ver Rocky Balboa. Con eso olvidaréis el mal trago pasado. Y al año que viene, ya sabéis, a disfrutar de vuestro hogar, que para algo lo tenéis. Los que tienen casa la abandonan en cuanto tienen un día libre, y los que no la tienen no dejan de llorar por ello para, cuando la tengan, hacer lo mismo. ¡No hay quien entienda al ser humano!

martes, 3 de abril de 2007

La fealdad tiene solución con "Cambio Radical"


A falta de Gran Hermano y Operación Triunfo, he comenzado a seguir con interés ese nuevo programa llamado “Cambio Radical”. A pesar de su nombre, no tiene nada que ver con la política de ZP. Como ya sabréis la mayoría de vosotros, se trata de un bonito programa en el que gente fea se presenta a un proceso de selección para, en caso de dar la suficiente pena a los organizadores o, si su fealdad es tal que pudiera ser objeto del interés de una gran parte de los televidentes, acabarán siendo sometidos a unas cuantas operaciones de cirugía estética, ocular, dental , capilar y lo que se tercie, para acabar consiguiendo esa belleza que siempre soñaron descubrir al mirarse en el espejo.

Hay quien piensa que este programa es una aberración porque se arriesga la salud de los participantes en aras de conseguir audiencia. Es cierto que someterse a un lifting, una operación ocular, una liposucción, un arreglo integral de la dentadura, un implante de silicona en el pecho, etc., tiene su riesgo, pero también es cierto (supongo yo) que quien se somete a eso lo hace porque le da la gana y porque cree que va a obtener un beneficio que le hará olvidar el sufrimiento de tantas incisiones de bisturí en sus carnes.

Puede parecer estúpido que algunos sintamos curiosidad por ver cómo a una persona fea (feísima), los cirujanos, dentistas y estilistas consiguen convertirla en alguien con un atractivo bastante notable, pero el caso es que yo soy uno de esos bichos raros (tal vez no seamos tan pocos).

¿Está mal que alguien se aproveche del deseo de un feo de convertirse en guapo para montar un espectáculo y ganar dinero? ¿Debería avergonzarme de sentir curiosidad por ver el resultado de esa serie de operaciones a las que someten a esa víctima voluntaria? ¿Será la presión social ejercida sobre los feos la que mueve a algunos a someterse a esas torturas quirúrgicas para liberarse de esa supuesta o real marginación a la que están sometidos?

Probablemente algunas de las personas que se prestan a participar en un programa así (gente acomplejada y con unas ganas inmensas de sentirse aceptada socialmente y, lo más importante, por ellos mismos), serán fácilmente manipulables y aceptarán cualquier cosa que se les sugiera por parte de esos grandes profesionales que ponen a su disposición.
¿Quién utiliza a quién? ¿La clínicas al feo o el feo a las clínicas? Supongo que, como en todo intercambio comercial, cada cual se beneficia del otro. ¿Es eso ilícito? Tal vez si el paciente es tonto y se le manipula para convencerle de someterse a intervenciones que no le hacen falta y que ponen en riesgo su salud, la cosa sería grave, pero si la necedad no es lo único que puebla la mente del potencial paciente, supongo que todos están libres de pecado.

Pido a los lectores que me orienten (también pueden insultarme) para salir de este mar de dudas en el que me hallo. Los remordimientos de conciencia por no saber si mi curiosidad es legítima o malsana me corroen y no me dejan conciliar el sueño.